martes, 22 de marzo de 2016

Los mas listos no triunfan siempre

La historia de la ciencia y la cultura está llena de malos alumnos que de adultos destacaron por sus logros.
El publicista Paul Arden explica en su libro Usted puede ser lo bueno que quiera ser que, a menudo los más listos de la clase no triunfan en la vida. A continuación vemos por qué.

“La educación es lo que queda después de que uno ha olvidado lo que aprendió en la escuela” (Albert Einstein)

Arden lo explica de este modo: en la escuela se aprende sólo el pasado, los hechos conocidos. Cuantos más hechos se recuerden, mejores son las notas. Los que fracasan en la escuela no están interesados en el pasado, tal vez porque piensan en clave de futuro. O simplemente no tienen buena memoria. Pero esto no significa que no puedan tener éxito.
Lo único que demuestra el fracaso escolar de estos niños es que la educación académica no ha sabido estimular su imaginación. Por tanto, según esta hipótesis, los primeros de la clase dominan el pasado, mientras que muchos malos estudiantes son especialistas en imaginar el futuro, que es donde se encuentran sus éxitos. Por muy malas notas que hayan cosechado, si tienen un objetivo en la vida, encontraran las fuerzas y los recursos para alcanzarlo. Para ellos, el mundo exterior es la verdadera escuela que les pone a prueba y les procura grandes lecciones.
En una sociedad que promueve la comparación hay personas que sufren un complejo de inferioridad por no tener una carrera universitaria, especialmente si frecuentan un ambiente de licenciados. Sin embargo grandes empresarios, intelectuales y artistas no terminaron sus estudios.
Mantener viva la curiosidad, aprovechar las oportunidades y saber rodearse de las personas adecuadas son elementos mucho más decisivos para alcanzar el éxito que un título académico, por muy brillante que sea el expediente. También parece demostrado que hacer algo que nos guste (o lograr que nos guste lo que hacemos) es un ingrediente esencial para triunfar. Más allá de la inteligencia con la que estamos equipados, una actitud constante e inmune al desánimo completa el kit básico de las personas que aspiran a la excelencia en su área de trabajo.

“Siempre me ha encantado aprender. Lo que no me gusta es que me enseñen” (Winston Churchill)

Volviendo a los últimos de la clase, el escritor Daniel Pennac habla en su ensayo Mal de escuela sobre la educación desde el punto de vista de los malos alumnos como él; hace hincapié en el sentimiento de frustración que embarga a este tipo de estudiantes:
“Todo nace de una primera incomprensión, de un problema de inhibición provocado por la timidez, el azar o cualquier otra causa. Y se acumula y se interioriza. Te dices a ti mismo que eres idiota, un cretino, que no hay nada que hacer contigo. Si te consideras idiota, entonces quedas liberado de cualquier esfuerzo. Lo tuyo es irreparable (…..). Sin embargo, sigue diciendo, en todo el tiempo que trabajé como profesor de alumnos de bachillerato nunca me topé con ningún muchacho idiota. Los padres podemos ser idiotas, la televisión, los libros y los grupos también, pero los chavales no lo son. Los hay más vivos, más atrevidos, más rápidos, pero ninguno es idiota”.

“La vida es la gran maestra” (Enrique Rojas)

“Más importante que la inteligencia es la alegría de ver que uno es capaz de vencerse y ponerse metas y cumplirlas. Una persona con voluntad llega en la vida más lejos que una persona inteligente. Y esto lo vemos en el panorama del estudio, ya que este es un termómetro que registra muchas cosas concretas de la conducta de un joven. Muchos de los que han abandonado sus estudios se han dado cuenta después de que su problema no era de cabeza, sino de método (…) Cada uno se educa a sí mismo a través de sus experiencias personales. La vida enseña más que muchos libros. La vida es la gran maestra. Lo que sucede es que, en ocasiones, ese conocimiento es tardío y ya sólo va a tener aplicaciones inmediatas.

“El fracaso es un episodio, nunca una persona” (W. D. Brown)

Dado que es innegable que muchos alumnos reproducen el fracaso escolar en el mundo laboral, la cuestión es: ¿por qué algunos niños logran superarse y triunfar, mientras que otros arrastran su frustración toda la vida adulta?
Según el neurólogo y psiquiatra Boris Cyrulnik, el factor diferenciador se llama resiliencia: capacidad de realizarse y ser feliz, independientemente de lo traumático que haya sido el pasado de cada persona.
En su ensayo Los patitos feos, este autor apela al cisne que vive en el interior de cada persona que alguna vez se ha sentido excluida, incomprendida o fracasada. El protagonista del cuento tiene algo que lo hace diferente a sus compañeros; la clave es entender esa diferencia como algo positivo, ya que le va a permitir realizar cosas extraordinarias.
Para que el patito feo se convierta en cisne debe proyectarse hacia el futuro. Si hay una meta y ganas de alcanzarla, la metamorfosis es sólo cuestión de tiempo.
Un buen ejemplo de esto lo encontramos en el también neurólogo Viktor Frankl que cuenta que cuando estaba preso en un campo de concentración, un día, mientras transportaba material, desfalleció. Postrado en el suelo, oyó cómo un guardia nazi se le aproximaba, lo cual significaba la muerte segura. En vez de aceptar su destino, en aquel momento se imaginó así mismo como futuro conferenciante que explicaba al mundo las barbaridades de los campos de exterminio. Esa misión personal le bastó para sacar fuerzas de flaqueza y levantarse. Eso le salvó.
Del mismo modo, muchos niños y niñas que han sido patitos feos en el aula han logrado convertirse en cisnes y triunfar en la vida porque tenía planes ambiciosos más allá de los muros de la escuela.

Imagen de fondo: Group Jump de Paolo Dala bajo licencia CC