lunes, 22 de enero de 2018

¿Importa o no importa el sexo?

Este artículo es más bien para personas no adolescentes, pero considero que los jóvenes pueden sacar una reflexión de él.

Parece que los expertos han encendido las alarmas: se generalizan los síntomas de inapetencia o desinterés en un país en el que sigue gustando más hablar de sexo que practicarlo.

Se convierte en un contrasentido que la generación cultural que más ha acortado las prendas de vestir, que más culto al cuerpo ha desarrollado, la que más ha erotizado su imagen y sigue jugando a la ambigüedad sexual, sea la que menos lo practica con una frialdad apabullante. Parece que la provocación, el exhibicionismo y el sex appeal se ha convertido en medio y fin a la vez, dejando el gozo de los cuerpos para fiestas de guardar en el mejor de los casos. Somos una sociedad erotizada que pierde el deseo cuando afronta la intimidad.

No deja de ser curioso hablar así de este tema en una cultura que se ha destacado por alardear de potencia, frecuencia y cantidad. Claro que eso ha sido siempre de boquilla; pero las cosas, de puertas para adentro, no son como los chistes que contamos. Aunque los fabricantes de preservativos nos hagan creer lo contrario, somos los menos activos de la Comunidad Europea. Seguimos practicando el sexo, sin duda, pero tal vez sin darle la importancia que se merece.



¿Cómo puede existir desinterés en una sociedad en la que el sexo está por todas partes? Tal vez la respuesta se encuentre justamente en esa abundancia, en su exceso, provocando la insensibilización sistemática, o sea, nos hartamos de lo que abunda, nos colapsa la magnitud de estímulos que pretenden excitarnos por encima del deseo y por debajo de la piel.

El sexo del destape dio paso al sexo más explícito y al más industrial en forma de espectáculos eróticos, revistas y filmografía pornográfica. Nos entregamos al sexo de consumo, y pasamos así del “acto” a “hacer el amor”, para acabar en el “follar”.

Por lo visto, es hoy tan fácil acceder al sexo, que necesitamos estímulos mayores que la simple desnudez, que el juego y la danza erótica o el despertar del deseo a través del contacto. Por eso, hay que reinventar el morbo, introducir nuevas prácticas como el sexo público, el intercambio, la cita a ciegas o el peor de los enemigos, que es el sexo virtual.

Con un solo clic, se puede acceder al sexo que se quiera a cambio de disfrutarlo en solitario, sin compromiso, sin contacto, sin esfuerzo. Pide, paga y se te dará. Demasiado fácil como para aventurarse a complicarse la vida con otro ser humano. No vaya a ser que te pida algo más que el mero deseo.

Existe un monstruo que está acabando con todo deseo a base de adormecer nuestros impulsos: la obligación. Tal vez estamos olvidando la importancia de hacer las cosas con ilusión y no por obligación. La vida de tantas personas y la de tantas parejas acaba siendo un conjunto de rutinas, todas ellas exigentes y desgastadoras, que las dejan para el arrastre apenas acabada la cena. Añádase a ello la ansiedad con la que se vive hoy, la incertidumbre, las crisis…..El agotamiento del cuerpo desluce el deseo y lo pospone para otro momento, para ese día en el que reine algo de tranquilidad y, con ella, las ganas de hacerlo todo. Es un argumento tramposo, porque la motivación se asocia a circunstancias externas no dependientes de la persona y, por eso, sometidas a la desaparición de las obligaciones, cosa que no sucederá, ya que se ha convertido en el modus vivendi de la relación.

Es curioso, porque, visto así, se asocia el sexo a una obligación más, a un consumo energético más y, por tanto, para no deslucirlo, mejor dejarlo. Me extraña que el tema no se plantee en términos contrarios, o sea que, aturdidos por tantas obligaciones, celebremos que al menos nos queda el sexo. El desgaste producido haciendo el amor acaba siendo una bendición para los sentidos. Te consume y a la vez te carga. Te cansa ahora, pero te aligera después. No nos importa decir que ir al gimnasio requiere un esfuerzo, pero que después te sientes de maravilla. ¿Por qué no ocurre lo mismo con el sexo?

El sexo, no reducido a un mero ejercicio, implica estar presente. Implica sobre todo intimidad. Y eso asusta a más de uno y a más de una. Hacer el amor es eso, amar, dedicarse al otro. Es entregarse. Es dar y recibir. Es una sintonía, una complicidad, una celebración. Entonces, cuando observo la frialdad o la dejadez imperante en muchas relaciones, me pregunto qué es lo que realmente les importa.

Es obvio que no siempre estamos como unas castañuelas. La cotidianidad, los hijos, las enfermedades…., existen factores de cambio de la relación que transforman la sexualidad. Pero eso es una cosa y la otra es quitarle importancia. Cuando se seca el sexo, algo ocurre en la relación. Cuando se vuelve frío, algo nos ocurre a las personas.

Aunque en nuestras vidas cabe el sexo por el sexo, su importancia no radica en el consumo, sino en el encuentro. El sexo nos vincula como ninguna otra forma de comunicación.

El sentimiento de protección, de filiación, de pertenencia que atesoramos desde la infancia pasa por la caricia, por el beso, por el abrazo. La sexualidad es una oportunidad de renovar ese sentimiento, de aumentar el vínculo y de conducir la energía que genera el deseo. Por eso, al orgasmo se le conoce como la “pequeña muerte”. Muere nuestro yo para fusionarse con la vida. Como si de una llama se tratara, el sexo hay que procurar que no se apague. Cuando eso ocurre, el problema no es que la llama prenda de nuevo, sino la chispa que logre encenderla.

Si estamos de acuerdo en que el sexo sí que importa, entonces vayamos a la búsqueda creativa de esa chispa. Démonos permiso para jugar a escondernos y a ser encontrados, a vestirnos para ser desnudados. Cerremos los ojos y dejémonos sentir, ya que poseemos al menos cinco sentidos que pueden convertirse en estímulos excitantes.

El sexo puede ser muy creativo si lo convertimos en un mundo de posibilidades, en un mundo de rituales del más breve al más fascinante. Del más carnal al más tántricamente sagrado. Hay mucho sexo por vivir si le damos la importancia que se merece.

Para la gente joven, ¿qué conclusiones o recomendaciones podemos extraer de este artículo?: el sexo es una actividad que tiene por lo menos tres componentes, a saber, uno físico (contacto, caricias,…), otro emocional (sentimientos, pasión,..) y otro social (comunicación, ..), y las tres deben de converger en un fin, disfrute y respeto.

Pero el sexo requiere, en cuanto a los jóvenes, una edad (establecida por ley) y también tener una madurez personal que les acredite el estar capacitados de tener relaciones sexuales en las que entren una serie de precauciones que eviten enfermedades de transmisión sexual o embarazos.

Por último insistir (y para todas las edades), que la palabra que define al sexo es que debe ser gratificante, esto implica disfrute, goce, satisfacción, tranquilidad, respeto a tu pareja, novedad, ilusión…. Si desde joven se ve y se vive así, de esta manera, hay más posibilidades de no caer en la obligación, rutina, desidia y puede que contribuya a que podamos ser mejores personas.


Imagen | heartsickness-lover-s-grief-428103 de Takmeomeo bajo licencia CC0

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